El hombre que pierde

Esta semana vi por enésima vez “Soy Leyenda”, esa tremenda película protagonizada por Will Smith, donde creo, el tema del virus y la transformación zombie son asuntos secundarios.


Me llama mucho la atención, la relación de el protagonista, Robert Neville, con su perrita Samantha y como siempre los perros son una tremenda compañía y protección mutua.


Me quedé pensando repetidamente en la separación que se produce entre Neville, su familia y la perdida posterior. Creo que la película destaca muy bien algo de lo que no se habla mucho: la perdida de los hombres. En la película Smith se queda solo en la ciudad vacía, plagada de zombies, en la compañía de Samantha ( Sam, le llama ), de quién también se debe separar cuando esta es mordida por un perro infectado con el virus aquel que transforma a la gente en zombies.


Triple perdida para el protagonista: perdida de la sociedad, perdida familiar, perdida de su perro y un intenso encuentro con el dolor de la ausencia y la soledad.


Por lo general, en el imaginario de los duelos por rupturas, quiebres y separaciones, no aparece mayormente la vivencia de la perdida de los hombres, creo que se tiende a asumir que somos más bien generadores de rupturas que afectados por estas. 


Para el imaginario social, LOS HOMBRES NO SUFRIMOS AL PERDER, O EN EL PEOR DE LOS CASOS, CONTAMOS CON MECANISMOS PRACTICOS PARA LA SUPERACIÓN DE UNA RUPTURA.


Me permito disentir de esta idea, los hombres sufrimos por las separaciones y mucho, existen hombres que se permiten sufrir, alejados de los estereotipos exigentes que nos mal orientan a guardar las “emociones negativas” como el dolor o la ansiedad. Los hombres también nos angustiamos y experimentamos tristeza, vergüenza y otras emociones bien difíciles de llevar adelante.


Hay una situación de la que se habla poco aun más y es cuando los hombres debemos separarnos del hogar, independiente de cuales sean las causas y nos tenemos que alejar de los/as hijos/as.


Me ha tocado entender hombres jóvenes de mediana edad y déjame decirte que el sufrimiento es brutal. El desarraigo de tu lugar físico y psicológico de pertenencia genera síntomas tales como tristeza, angustia, problemas para dormir, falta o exceso de apetito, perdida de la noción del tiempo y una serie de etcéteras propios de cada caso.


Con esto no quiero generar antagonismos, pero la mujer, si bien dependiendo de la naturaleza de la separación debe lidiar con su propio duelo, por lo general no tiene que vivir la separación de un hijo/a. Es ella por regla cultural, quien se queda con el cuidado y la crianza, con lo bueno y lo malo que eso conlleva.


Los “buenos padres”, esos que a pesar de la separación, se hacen cargo por un sentido moral y afectivo de el cuidado y crianza con todo el costo emocional asociado, tienen que hacer un duelo por separación cada vez que se alejan de su hijo/a.


¿Como sale adelante un hombre con este devenir de la vida?


Básicamente se deben vivir las distintas etapas del duelo en la dimensión psicológica, que de acuerdo a mi experiencia clínica, se viven desordenadas. La clave está en adaptar y acomodar, generar una nueva organización emocional que permita, internalizar esta nueva vida lejos de tu hogar.


Conozco muchos hombres que son mejores padres cuando se separan, lamentablemente, un amor de pareja mal construido, muchas veces tiene como inevitable solución, la separación.


Vivir separado de un hijo genera un dolor tremendo, aprender a vivir con eso y no dejar que tu hija/o, crezca con una imagen negativa de sí mismo y de ti como padre es la clave para adaptarse y mantener el vinculo más maravilloso de toda la vida. No dejes que tus hijos/as crezcan con una idea distorsionada de un padre, disfruta el amor y agradecimiento que viene de vuelta.





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